9 de noviembre de 2015

Rutas. De camino al Pinsapo.




Desde que soy chica me gusta el ruido que hacen mis botas al caminar por el campo. Me gusta mirar al más allá y no pensar en mucho más. Luego me emparejé con un alma gemela, en este sentido, igual a mi. Los dos, somos de coger el coche y escaparnos. No hace falta ir muy lejos. Y más tarde, con la llegada de nuestros hijos, seguimos con esa rutina y nuestra #rutasmamis.


Había una ruta que la teníamos en nuestras cabezas desde hace tiempo. Es la RUTA DEL PINSAPAR. Tengo que decir que caí en ella de la mano de una amiga, la cual, siendo ella, su marido y los niños, tan montañeros, se encargaron de pedir el permiso para acceder y organizar dicha excursión. 







Tras pasar Grazalema, pueblo bonito, cuco y blanco donde los haya, te adentras en el Parque Natural de Sierra de Grazalema. Los maridos dejaron allí un coche, desde donde empezamos la caminata y otro lo aparcaron en Benamahoma, para así, al finalizar la ruta en este pueblo, coger ellos un coche e ir a buscar el otro y así todos felices y contentos, recogernos para reposar nuestros cuerpos de camino a casa. Todo esto se organizó así por ir con ocho mini campeones.

La primera parte es todo subida,sorteando cacas de vaca y hasta una vaca!!! Ella, ahí, mirándonos desconfiadamente pero tan tranquila para seguir su rumbo como nosotros seguíamos el nuestro. Llegas a la cima y el clima cambia. Llévate ropa para cortar el viento y el frío porque rasca de la buena te vas a encontrar. Aunque todo esto no te supone nada, las vistas, el paisaje que verás arriba lo curan todo. 

Adentrarte en el bosque del Pinsapo es toda una aventura. Ese abeto singular me trae loquita. Poco a poco vas dejando la luz del sol y te vas adentrando en un bosque húmedo y sombrío a la vez. Por momento me veía sumergida en un cuento de hadas, o en un bosque de la lejana Canadá o en la gran vegetación del norte de España. 

Para los niños y no niños, es todo un  episodio para recordar y contar. Laderas tenebrosas y llenas de árboles gigantescos. Troncos destrozados caídos a tu paso. Setas y más setas para fotografiarlas. Troncos huecos para embarcarte en ellos al país del nunca jamás. Aventuras y sueños para los niños. Y de repente aparece el sol y empieza el descenso a Benamahoma. Llega la luz, llega el fin pero con la satisfacción de lo que has recorrido y con la certeza de que volverás.

Y ya no os cuento más porque para éso están los enlaces que os he puesto y la multitud de ellos que os podéis encontrar por la Red. Solo deciros una cosa.

El Pinsapar está ahí. Ve y encuéntrate con él. 



















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